lunes, 16 de octubre de 2017

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Los seres humanos nos pasamos una parte importante de nuestras vidas durmiendo. Este tiempo de “descanso” es necesario para poder tener energía y realizar actividades a lo largo del día. A pesar de que el sueño es uno de los comportamientos más básicos conocidos, pues está presente en prácticamente todos los animales estudiados (aunque de diferente forma), la razón última del sueño continúa siendo uno de los mayores misterios de la biología.
Se han propuesto numerosas teorías sobre las funciones del sueño, posiblemente tantas como investigadores que lo estudian, aunque ninguna de ellas ha acumulado suficientes evidencias como para ser aceptada universalmente. Algunos científicos proponen que la función del sueño es ahorrar energía, otros que el sueño sirve para formar sustancias necesarias que serán utilizadas durante la vigilia, o para eliminar conexiones innecesarias entre neuronas.
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 Algunos investigadores enfatizan el papel especial del sueño en el aprendizaje y la memoria, mientras que otros sugieren que el sueño regula las emociones o fortalece el sistema inmune. Algunos científicos creen, incluso, que el sueño simplemente surge como una consecuencia “natural” de poseer redes neuronales interconectadas. En lo que sí parecen estar de acuerdo todos los investigadores es que dormir es una necesidad, que se torna cada vez más apremiante cuando hay falta de sueño, y que la privación crónica del sueño, voluntaria o patológica, puede estar relacionada con la aparición o progresión de ciertas enfermedades.
Aunque todavía haya quien piense que dormir es una pérdida de tiempo o que, al menos, no hay que dormir tanto, lo cierto es que todas las investigaciones apuntan en una misma dirección, la necesidad de dormir de forma periódica y durante períodos de tiempo suficientemente largos, para mantener la salud física y mental. Si no se duerme lo suficiente, se crea una especie de “deuda de sueño”, que se acumula progresivamente llegando a producir un deterioro de la función mental.
Esta “deuda” se saldará en cuanto se tenga la oportunidad de dormir de nuevo; el individuo dormirá mucho más para pagar la deuda, recuperándose en primer lugar el sueño de ondas lentas. Se han sugerido diversos mecanismos para la “señal de acumulación de sueño”. Se cree, por ejemplo, que durante los períodos prolongados de vigilia hay un incremento en los niveles de adenosina, y que ese incremento modula la homeostasis del sueño. Llegados a este punto,” podríamos plantearnos la siguiente pregunta: ¿qué cantidad de horas de sueño sería necesario dormir cada día? Como era de esperar, no hay ningún número mágico para responder a esa cuestión. El rango “normal” varía desde tan pocas como 6 hasta tantas como 10 horas, dependiendo de las personas. Algunos individuos “necesitan” dormir menos, y parecen “resistir” mejor que otros la falta de sueño (se cree que la distinta resistencia a la falta de sueño puede tener una base genética, tal y como sugieren los estudios realizados en gemelos idénticos, cuyas respuestas en las pruebas de privación son siempre similares).
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 Los estudios estadísticos muestran que dormir entre 7 y 8 horas diarias está asociado con el riesgo más bajo de padecer ciertas enfermedades como la obesidad, la diabetes o las enfermedades cardíacas, mientras que dormir menos de 6 aumenta notablemente el riesgo (algunos datos, sin embargo, también muestran un incremento del riesgo en la gente que duerme demasiado). Sea cual sea el "n último de dormir y sus posibles beneficios para el cuerpo y la mente, su desconocimiento no nos debe “quitar el sueño” y privarnos de ese estado placentero en el que perdemos la consciencia durante un tercio de nuestras vidas.” (Dávila, 2010)
La interpretación y análisis de los sueños es una de las actividades contempladas por el psicoanálisis, una disciplina que reconoce dos tipos de contenidos. El componente manifiesto de cada sueño está compuesto por los acontecimientos tal como se lo describe y percibe, mientras que el contenido latente incluye el significado auténtico del sueño, y es el analista quien debe interpretarlo.
“Así, entre las interpretaciones más conocidas está la que determina que cuando alguien ha soñado con la muerte de algún ser querido lo que está dejando patente es no sólo el que lo echa de menos sino también el que tiene mucho miedo a perderlo pues es alguien muy importante y significativo en su vida.    
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De la misma manera, es habitual que haya personas que sueñan con volar. En este caso, los especialistas en la interpretación de esos momentos oníricos dictaminan que es una manera de dejar patente la necesidad de libertad que tienen aquellas y que se encuentran en una etapa de sus vidas en las que tienen deseos de afrontar nuevos retos y de conseguir éxitos tanto en el ámbito profesional como en el personal.
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Además de ello tampoco podemos pasar por alto el hecho de que existe un concepto muy importante relacionado con el sueño: sonámbulo. Con él viene a definirse a aquella persona que mientras está dormida tiene la capacidad para realizar diversas acciones fuera de la cama y que pueden hacer parecer que está despierta. Así, un sonámbulo puede moverse por la casa, abrir puertas e incluso andar, aunque cuando esté despierto realmente no recordará nada de lo que hizo.” (Pérez Porto, Merino, 2010)
A lo largo de la historia muchas personas tratan de interpretar los sueños, pero no son o no eran muy acertados que se diga, muchos tenían tendencias hacia ciertas religiones o pensamientos filosóficos bastante diferentes y trataban de analizar los sueños desde su punto de vista, pero al comparar resultados eran bastante diferentes.
También han existido y elaborados muchos libros y diccionarios acerca de este tema en el cual se presentan unas series de objetos o cosas con las que uno puede soñar y simplemente se busca el significado.
¿Soñar es bueno?
Por supuesto que sí, Soñar es una especie de arte del cual todos los humanos estamos dotados. La recreación de realidades paralelas, el repaso de experiencias que oscilan entre nuestro pasado y nuestro futuro y la proyección de escenarios que denotan la conciencia más allá del individuo, son solo algunas de las mieles de la práctica onírica. Pero además existen diversos estudios que comprueban beneficios concretos del soñar para nuestro cerebro. Múltiples habilidades cognitivas y sensoriales pueden afinarse, o incluso generarse desde cero, a través de los sueños.


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