Los seres humanos nos pasamos
una parte importante de nuestras vidas durmiendo. Este tiempo de “descanso” es
necesario para poder tener energía y realizar actividades a lo largo del día. A
pesar de que el sueño es uno de los comportamientos más básicos conocidos, pues
está presente en prácticamente todos los animales estudiados (aunque de
diferente forma), la razón última del sueño continúa siendo uno de los mayores
misterios de la biología.
Se han propuesto numerosas
teorías sobre las funciones del sueño, posiblemente tantas como investigadores
que lo estudian, aunque ninguna de ellas ha acumulado suficientes evidencias
como para ser aceptada universalmente. Algunos científicos proponen que la
función del sueño es ahorrar energía, otros que el sueño sirve para formar
sustancias necesarias que serán utilizadas durante la vigilia, o para eliminar
conexiones innecesarias entre neuronas.
Algunos investigadores enfatizan el papel
especial del sueño en el aprendizaje y la memoria, mientras que otros sugieren
que el sueño regula las emociones o fortalece el sistema inmune. Algunos
científicos creen, incluso, que el sueño simplemente surge como una
consecuencia “natural” de poseer redes neuronales interconectadas. En lo que sí
parecen estar de acuerdo todos los investigadores es que dormir es una
necesidad, que se torna cada vez más apremiante cuando hay falta de sueño, y
que la privación crónica del sueño, voluntaria o patológica, puede estar
relacionada con la aparición o progresión de ciertas enfermedades.
Aunque todavía haya quien
piense que dormir es una pérdida de tiempo o que, al menos, no hay que dormir
tanto, lo cierto es que todas las investigaciones apuntan en una misma
dirección, la necesidad de dormir de forma periódica y durante períodos de
tiempo suficientemente largos, para mantener la salud física y mental. Si no se
duerme lo suficiente, se crea una especie de “deuda de sueño”, que se acumula
progresivamente llegando a producir un deterioro de la función mental.
Esta “deuda” se saldará en
cuanto se tenga la oportunidad de dormir de nuevo; el individuo dormirá mucho
más para pagar la deuda, recuperándose en primer lugar el sueño de ondas
lentas. Se han sugerido diversos mecanismos para la “señal de acumulación de
sueño”. Se cree, por ejemplo, que durante los períodos prolongados de vigilia
hay un incremento en los niveles de adenosina, y que ese incremento modula la
homeostasis del sueño. Llegados a este punto,” podríamos plantearnos la
siguiente pregunta: ¿qué cantidad de horas de sueño sería necesario dormir cada
día? Como era de esperar, no hay ningún número mágico para responder a esa
cuestión. El rango “normal” varía desde tan pocas como 6 hasta tantas como 10
horas, dependiendo de las personas. Algunos individuos “necesitan” dormir menos,
y parecen “resistir” mejor que otros la falta de sueño (se cree que la distinta
resistencia a la falta de sueño puede tener una base genética, tal y como
sugieren los estudios realizados en gemelos idénticos, cuyas respuestas en las
pruebas de privación son siempre similares).
Los estudios estadísticos muestran que dormir
entre 7 y 8 horas diarias está asociado con el riesgo más bajo de padecer
ciertas enfermedades como la obesidad, la diabetes o las enfermedades
cardíacas, mientras que dormir menos de 6 aumenta notablemente el riesgo
(algunos datos, sin embargo, también muestran un incremento del riesgo en la
gente que duerme demasiado). Sea cual sea el "n último de dormir y sus
posibles beneficios para el cuerpo y la mente, su desconocimiento no nos debe
“quitar el sueño” y privarnos de ese estado placentero en el que perdemos la
consciencia durante un tercio de nuestras vidas.” (Dávila, 2010)
La interpretación y análisis
de los sueños es una de las actividades contempladas por el psicoanálisis, una
disciplina que reconoce dos tipos de contenidos. El componente manifiesto de
cada sueño está compuesto por los acontecimientos tal como se lo describe y
percibe, mientras que el contenido latente incluye el significado auténtico del
sueño, y es el analista quien debe interpretarlo.
“Así, entre las
interpretaciones más conocidas está la que determina que cuando alguien ha
soñado con la muerte de algún ser querido lo que está dejando patente es no
sólo el que lo echa de menos sino también el que tiene mucho miedo a perderlo
pues es alguien muy importante y significativo en su vida.
De la misma manera, es
habitual que haya personas que sueñan con volar. En este caso, los
especialistas en la interpretación de esos momentos oníricos dictaminan que es
una manera de dejar patente la necesidad de libertad que tienen aquellas y que
se encuentran en una etapa de sus vidas en las que tienen deseos de afrontar
nuevos retos y de conseguir éxitos tanto en el ámbito profesional como en el
personal.
Además de ello tampoco podemos
pasar por alto el hecho de que existe un concepto muy importante relacionado
con el sueño: sonámbulo. Con él viene a definirse a aquella persona que
mientras está dormida tiene la capacidad para realizar diversas acciones fuera
de la cama y que pueden hacer parecer que está despierta. Así, un sonámbulo
puede moverse por la casa, abrir puertas e incluso andar, aunque cuando esté
despierto realmente no recordará nada de lo que hizo.” (Pérez Porto, Merino,
2010)
A lo largo de la historia
muchas personas tratan de interpretar los sueños, pero no son o no eran muy
acertados que se diga, muchos tenían tendencias hacia ciertas religiones o
pensamientos filosóficos bastante diferentes y trataban de analizar los sueños
desde su punto de vista, pero al comparar resultados eran bastante diferentes.
También han existido y
elaborados muchos libros y diccionarios acerca de este tema en el cual se
presentan unas series de objetos o cosas con las que uno puede soñar y
simplemente se busca el significado.
¿Soñar es bueno?
Por supuesto que sí, Soñar es
una especie de arte del cual todos los humanos estamos dotados. La recreación
de realidades paralelas, el repaso de experiencias que oscilan entre nuestro
pasado y nuestro futuro y la proyección de escenarios que denotan la conciencia
más allá del individuo, son solo algunas de las mieles de la práctica onírica.
Pero además existen diversos estudios que comprueban beneficios concretos del
soñar para nuestro cerebro. Múltiples habilidades cognitivas y sensoriales
pueden afinarse, o incluso generarse desde cero, a través de los sueños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario